El otro día fui a hacer la compra al supermercado y cuando estaba en la caja esperando mi turno observé a la cajera, que, con una sonrisa espléndida, pasaba diligentemente los productos por el escáner y los iba metiendo en las bolsas de reciclaje del cliente (en contraste con el remoloneo de muchos) con una eficiencia impresionante: era rápida, enérgica y cuidadosa a la vez, y en ningún caso perdía la sonrisa.

Cuando me tocó a mí, me miró (porque no siempre miran) y me dijo: “¡Buenos días!”. Su rostro irradiaba luz y comenzó de nuevo su ritual profesional (¡y a saber a cuántos clientes había atendido en lo que llevaba de jornada…!), que concluyó igual que con el cliente anterior, con el mismo celo por el trabajo bien hecho… y no era impostado, eso se nota. Sentí un impulso y, cuando ya tenía mi compra embolsada y en el carro, le dije: “¡Olé, qué bien lo haces!, con profesionales como tú da gusto venir a comprar”. La chica se puso ‘hueca’ y me respondió: “Muchísimas gracias, seguiré haciéndolo así pues…”.

Porque igual que criticamos cuando algo se hace mal (¡qué fácil suele ser criticar!…, al más mínimo error o mala interpretación por nuestra parte…, ¡¡toma!! a ‘rajar’, y en ocasiones, sin medida, como dando rienda suelta a nuestros más oscuros instintos) deberíamos ser más justos y reconocer las buenas maneras, actitudes y comportamientos. Yo hace tiempo que lo practico y, la verdad, ¡da gusto!

Como muestra, este vídeo…

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